22.11.16

Figuras del Adviento: ISAIAS


Figuras del Adviento




El Profeta Isaías
 

Isaías pintado por Miguel Ángel (Capilla Sixtina, Vaticano)
De los “profetas mayores” de la Biblia, Isaías es el profeta más conocido; así como Oseas puede serlo de entre los “profetas menores”. Al menos, el más citado de ellos: más que Jeremías, incluso. Y mucho más que Ezequiel (el cual no siempre es fácilmente entendido por los lectores). Y del profeta Daniel (el último de las figuras que componen ese selecto grupo de los “profetas mayores”) la crítica actual está convencida de que no es un libro profético, sino que se trata de un libro apocalíptico (por el uso que hace del género literario propio apocalíptico): por lo que no se puede establecer parangón entre Isaías y Daniel, ya que cada uno se maneja en su propio nivel (de lectores, de género, de expectativas, de planteamiento general...).

Isaías es el autor de la primera parte de lo que conocemos como “Libro del Profeta Isaías” o “Libro de la profecía de Isaías” o simplemente “Profecía de Isaías”; los estudiosos concuerdan con que ese libro fue escrito por tres autores diferentes, que se sucedieron en el tiempo y que mantuvieron una misma línea en su profecía. Nuestro Isaías es el primero de ellos y el más conocido. Es el autor de los 39 primeros capítulos de ese libro; si el Libro del Profeta Isaías tiene 66 capítulos, tenemos que más de la mitad son escritos por nuestro autor: nuestro estimado profeta Isaías.

Isaías es particularmente el profeta del Adviento. Y lo es también de la Pasión de Cristo.

Centrémonos en lo primero: es profeta del Adviento. Y esto por varias causas: él es el poeta del Adviento; él es el que anuncia a un nuevo rey –casi como Juan Bautista anuncia en la Cuaresma al Salvador–. Isaías es el atrevido: osa imaginar una flor en lo más cerrado del invierno. Isaías vivió en el siglo VIII antes de Cristo (eso significa unos 700 años antes del nacimiento de Jesús). Él anuncia al mesías, al hombre que reinará y cuyo reino no tendrá fin: el rey que nacerá de una virgen; cosa que realmente sucedió –como afirman los Evangelios – en el caso de Jesús: que nació de María, que era virgen; de ahí que la llamemos la Virgen María”. Porque muchas muchachas eran vírgenes antes y después de María, pero nadie más que ella dio a luz al Hijo de Dios, Jesucristo. Sin tantos datos ni tan certeros, Isaías anuncia algo muy parecido, que ya los primeros cristianos –y entre ellos los evangelistas – entendieron que se trataba de Jesús. Es que Jesús mismo, leyendo un trozo del profeta Isaías, se lo aplicó a sí mismo; por eso no extraña que los ‘escritores’ de Jesús –los evangelistas– se lo apliquen a él: Isaías, pues, anuncia a Jesús, sin él saberlo, pero lo dibuja tan certeramente, que asombra la similitud (más aún en la Pasión).

Por eso Isaías es el profeta del Adviento: porque enraizado en la esperanza y en una fuerte y robusta fe –cual tronco de encina– mantiene su profecía, su palabra sobre el mesías: «igual que el terebinto o la encina, al ser talados, conservan un tronco; ese tronco será la semilla santa» (6,13). Ese tronco es el pueblo fiel, el ‘resto de Israel’, la Iglesia santa, nosotros –si nos dejamos santificar– (como el mismo Isaías se dejó purificar y convertir por Dios [cap. 6]).

Caminemos con tal personaje por el camino del Adviento: estamos en la 1ª semana de Adviento. E Isaías nos acompaña: nos abre la luz, nos enciende el mundo: en la novedad de que todo es posible, desde el milagro de la paz (preanunciando el 1 de enero, día de la paz) al milagro del nacimiento (preanunciando el 25 de diciembre, natividad por excelencia). Ven, Isaías, camina con nosotros por las sendas del Adviento y enraízanos en el tronco de Jesé: Jesús.

Un cuestionario -concurso- sobre Isaías aquí.
Más cositas sobre Isaías aquí.
Imágenes de Isaías para niños y mayores, aquí.

18.11.16

Padrenuestro de la Alegría (C. Seoane)

(En homenaje a Carlos Seoane, que celebra estos días su cumpleaños, republico esta antigua entrada de agosto de 2013)


Curiosamente me encontré -como se encuentran las cosas interesantes: por curiosidad- el siguiente vídeo del cantautor católico Carlos Seoane (en vivo y en directo) ante un público entregado, al que regalaba El Padrenuestro de la Alegría, canción suya de buen humor y sobre el buen humor de Dios.

Creo que es muy bueno, muy justo y muy necesario tenerlo en cuenta y practicarlo, rezarlo, cantarlo, y reírse de uno mismo, de las tontadas (o "babosadas", como dicen en Nicaragua) que uno va esparciendo por ahí sin darse cuenta..., reírse de lo malo para transformarlo en bueno y, a la vez, provocar sonrisas, evitar caras largas -como dice el mismo Seoane- dentro de la Iglesia... El mismo Papa Francisco ya ha echado su trece de bastos al asunto: y es que no para de sonreír, de bromear con propios y ajenos, de soltar pequeños dardos humorísticos ante las grandes y pequeñas asambleas... ¡Genial!

Aquí, pues, el enlace al vídeo mencionado, tomado de Religión en Libertad, donde lo vi recientemente:


La letra de la canción es muy sencilla; la pongo aquí:

«Padre nuestro que estás en la alegría,
que sea cada día santificado tu gozo.
Que venga, Señor, tu risa a nuestras caras
y en cielo y tierra se haga tu buen humor.
Y danos hoy nuestra sonrisa cotidiana;
perdónanos porque nos cuesta contagiarla,
como nosotros perdonamos caras largas
Y no nos dejes creer que esta vida es amarga.
Y líbranos del mal... humor, líbranos del mal humor».
 
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12.11.16

S. Josafat: converso, monje, obispo y mártir

 
San Josafat, podríamos decir, es nuestro patrón de los conversos orientales -llamados inicial y despectivamente "uníatas" por sus cohermanos de su confesión cristiana oriental (ortodoxos, normalmente)- que, siendo cristianos no católicos de rito oriental, deciden hacerse católicos, conservando en todo sus ritos y sus tradiciones orientales. Es decir: son orientales y nunca dejan de serlo; y se hacen católicos, diciendo en toda su liturgia todo lo que antes decían, cambiando una sola línea: en vez de decir "en comunión con San Juan Crisóstomo [=el patriarca de referencia para todas las Iglesias ortodoxas] y con nuestro patriarca Fulano [aquí añaden el nombre del patriarca de su propia iglesia nacional y autocéfala: Alexis II {el anterior patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el actual se llama Kiril -ver aquí-} o Teoctist I {el anterior de la Iglesia Ortodoxa Rumana, ver aquí; el actual se llama Daniel}, etc.]"; pues bien, en vez de hacerlo así, una vez 'convertidos', es decir, en comunión con la Sede de Roma, dicen entonces: "en comunión con el Papa Francisco y nuestro metropolita Mengano [y dicen aquí el nombre del patriarca, jerarca, arzobispo, eparca, obispo, vicario apostólico o prelado católico que esté en esos momentos al frente -en activo- de su Iglesia oriental católica]". Así de sencillo. Y eso que no es nada sencillo haber llegado hasta ahí...

San Josafat se encargó en el siglo XVII de que hoy, en el siglo XXI, pudiéramos llegar a algo tan sencillo: la comunión de las Iglesias occidentales y orientales dentro de la misma Iglesia Católica: con un derecho canónico para Occidente (publicado en 1983) y un derecho canónico para Oriente (publicado hacia 1990). Con todas las tradiciones continentales, internacionales, nacionales, regionales o locales de cada Iglesia particular (no es lo mismo los católicos de rito bizantino que los católicos de rito siro-malabar, por ejemplo: aquéllos, originariamente, situados en Europa Oriental y en Medio Oriente; éstos, ubicados principalmente en cierta parte de la India cristiana...).

Pues bien, San Josafat es, por así decirlo, nuestro querido patrón de la unidad entre Oriente y Occidente. Josafat era oriental. Eso para empezar. Y llegado cierto momento, se 'convierte' en la forma nás sencilla de todas las conversiones (no contamos aquí las reconversiones de los ya católicos), es decir, la forma de la comunión con Roma: es decir, deja de estar separado de Roma (Iglesia Católica) y decide unirse a la comunión de todas las Iglesias (como era en los primeros siglos del cristianismo: todas en comunión, siendo la Iglesia de Roma la que las presidía a todas, presidía en la comunión y en la caridad). Decidió también hacerse monje, siguiendo la regla de San Basilio, por eso se llaman "monjes basilianos"; y estos monjes, podemos decir, son orientales, o sea: siguen todas las tradiciones y ritos orientales, estando en comunión con Roma. Y así, nuestro Josafat, aprendió y luego supo enseñar a conservar todo lo propio (lo oriental), para que lo católico fuera más amplio aún: no solo lo occidental -que ya tenía la catolicidad- sino también lo oriental...

Josafat ya era católico. Y monje. ¿Y qué más? Pues que se fijaron en él desde Roma para que patrocinase precisamente el acercamiento entre Oriente y Occidente; él se iba ganando ya las voluntades de unos y de otros, acercando a sus hermanos orientales a la sede occidental romana (por lo cual le llamaron "ladrón de almas", pues reconocían su suavidad y cercanía para con todos). Y fue entonces cuando lo nombraron obispo. Un obispo oriundo de la actual Ucrania (la gran Ucrania -como también lo fue la gran Polonia, en sus buenos momentos de expansión y reconocimiento)... Y ahí y así, su obra se engrandeció hasta sobrepasar los confines diocesanos o jurisdiccionales...

Claro que eso no gustó a todos. Y como siempre, surgieron algunos que le tuvieron envidia (¡qué mala que es la envidia!) y ella les llevó a acabar con la vida del converso, monje y obispo. Por eso hoy lo veneramos como mártir también. Así que el bueno de Josafat lo tiene todo. ¡Vaya ejemplar! Es un ejemplo para nosotros de entrega, de opción cultural, de suavidad, de cercanía y empatía con todos, especialmente con los hermanos más reacios y alejados... ¡San Josafat, ruega por nosotros!


Para saber más, ver aquí.
Su tumba (se ve el cuerpo momificado) está en San Pedro del Vaticano (Roma, Italia); ver aquí.  


(Publicada el 13.11.2013) (Republicada el 13.11.2016)

2.11.16

La muerte (reflexión cinéfila)


La muerte


(reflexiones tras haber visto la película ¿Conoces a Joe Black?,
de Brad Pitt y Anthony Hopkins [original de 1998; vista en TV en 2005])
(subtítulo de la versión inglesa: «Más pronto o más tarde todo el mundo lo hace»)



La muerte... Así dicho, asusta. No nos acostumbramos. Y camina con nosotros todos los días, siempre, a cada momento, sin parar, continuamente. Se enamora de nosotros hasta que ya no lo puede soportar y, entonces, nos declara su amor, sus intenciones de llevarnos con ella para siempre, de manera definitiva. Pero nos sigue asustando... quizá, porque no nos acostumbramos a las cosas definitivas, pensamos que siempre se puede volver a reponer o a empezar, o que puede haber otro modo, como otra oportunidad o algo así. “A rey muerto, rey puesto”, reza el dicho. Cuando algo se rompe, se cambia por otra cosa nueva que la sustituya; así funciona el mundo. Así son las cosas: los objetos, los cargos y responsabilidades, los viajes, los lugares, las relaciones personales, los amores... Porque también pasa con las personas: sí, queremos cambiar y poner a otra persona cuando alguna de nuestro entorno desaparece. No sería lo acertado, mas esto es lo que hacemos.

La muerte nos abraza cálidamente y, mientras, en lo que dura el abrazo, buscamos quién seguirá lo comenzado o intentamos prever qué habrá en nuestro lugar; tal vez sea por el deseo irrefrenable de influir más allá del espacio y del tiempo que vivimos, por el deseo de inmortalidad, es decir, de negación de la muerte. Y, sin embargo, la muerte se afirma por sí sola, sí, mientras la negamos. Ella nos mira con ternura, condescendiente y llena de compasión, sabe que somos como niños... queremos el juguete nuevo de la vida, jugar con él todavía un poco más. Pero el niño no juega eternamente, también come, ríe, pasea, duerme, lee, mira las estrellas, escucha a los mayores, acompaña a los ancianos de la mano... aunque parece que todo está rodeado de juegos, que siempre está jugando, y en cierta manera así lo hace: rodea su vida de juegos, disfruta viviendo como disfruta del juego, lleno de creatividad, ilusión, fantasía e imaginación, sin límites ni apariencias y poniendo todo su ser en ello, todo su ser, sinceramente, abierto a lo nuevo, con amor.

Así es. Tampoco es tan fea la cosa. Es más bonita de como la pintan. Ella es, nosotros decidimos qué relación establecemos con ella; podemos odiarla o amarla. De todos modos, nos va a acompañar en el camino. Así que... si nos hacemos amigos suyos, si, aún más, nos enamoramos de ella... en fin, puede ser algo verdaderamente maravilloso, excepcional y emocionante. Quizá entonces nos entusiasmemos por fin de lo que somos más que de lo que tenemos o hemos tenido. Las posesiones han pasado, nuestra historia permanece en los corazones y en la memoria de los que nos vieron nacer, crecer, evolucionar y desarrollarnos. Y permanece el amor, eso intangible e inmaterial; queda grabado en el libro de la vida; nuestra vida, si lo fue realmente, no muere, vive para siempre.


(10.04.2005)
(la foto del cartel está tomada de la explicación de la película en la Wikipedia inglesa)
(críticas sobre la película, aquí - no sólo me gustó, sino que me motivó a escribir esto)

 
(Publicado el 12 de junio de 2012)


En el día de difuntos: preparar el castillo interior

2 de Noviembre. Día de Difuntos. Conmemoración de todos los fieles difuntos. En la liturgia, tradicionalmente, 3 misas diversas en el día de hoy. Evangelio de la 1ª misa:  «En la casa de mi Padre hay muchas moradas...».

Precisamente ese pasaje inspira a Santa Teresa de Jesús (1515-1582) para escribir su obra cumbre, el libro titulado: Las Moradas o Castillo Interior

¿Qué nos dice al principio de ese libro santa Teresa? Leámoslo:

«Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia [de escribir este libro], se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice Él tiene sus deleites. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento donde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza.
 
»Pues si esto es, como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo; porque puesto que hay la diferencia de él a Dios que del Criador a la criatura, pues es criatura, basta decir Su Majestad [=Jesucristo] que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima.

»No es pequeña lástima y confusión que, por nuestra culpa, no entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos. ¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es, y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor la que hay en nosotras cuando no procuramos saber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y así, a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos almas. Mas qué bienes puede haber en esta alma o quién está dentro en esta alma o el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos; y así se tiene en tan poco procurar con todo cuidado conservar su hermosura: todo se nos va en la grosería del engaste o cerca de este castillo, que son estos cuerpos.

»Pues consideremos que este castillo tiene -como he dicho- muchas moradas, unas en lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma.

»Es menester que vayáis advertidas a esta comparación. Quizá será Dios servido pueda por ella daros algo a entender de las mercedes que es Dios servido hacer a las almas y las diferencias que hay en ellas, hasta donde yo hubiere entendido que es posible; que todas será imposible entenderlas nadie, según son muchas, cuánto más quien es tan ruin como yo.

»Pues tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podremos entrar en él. (...)

»Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios; (...)».


2 preguntas:

1) ¿Cómo vivimos? Es decir: ¿vivimos "dentro" de nuestro castillo interior o dando vueltas alrededor de él, sin saber que "estamos habitados" por Dios?

2) ¿Nos acordamos de Dios solo cuando "la muerte" (de nuestros parientes o allegados) nos golpea, o tal vez el día de difuntos, como hoy; o bien nos acordamos de Dios en todo momento: en las alegrías -dándole gracias- y en las penas -pidiéndole consuelo-?

Por eso es bueno que "nos tomemos la temperatura espiritual": ¿qué tal va nuestra relación con Dios? Hoy que nos acordamos de nuestros difuntos, ¿cómo va nuestra vida? ¿Vivimos con plenitud o se nos pasa la vida sin enterarnos? Porque morir, moriremos. Pero ¿y vivir?
Aprovechemos el tiempo que nos queda -no sabemos cuánto- para vivir desde Dios, desde dentro del castillo, tratando con Dios -en la morada principal- de las cosas más importantes.

Bibliografía: Las páginas más bellas de Santa Teresa. Selección de textos: Tomás Álvarez, O.C.D., Editorial Monte Carmelo, Burgos 2008. 190 páginas. (Páginas citadas: 127-130.)

1.11.16

¿Qué santos murieron hoy? (siglos I al XX)

Como ya otros han explicado el sentido y la historia de "Todos los Santos" (ver El blog del padre Eduardo, aquí), dedico esta entrada a consignar los santos cristianos que murieron hoy y que son recordados en las iglesias particulares (regiones, diócesis, ciudades, pueblos, órdenes y otros institutos). Me remito al Martirologio Romano, en la edición española de 2007; se puede consultar un extracto (con los meses de julio a diciembre) aquí. Añado algunos datos hagiográficos-biográficos tomados de diversos blogs y páginas web católicas (en gris; resumen, aquí).

1 de Noviembre

1. San Cesáreo, diácono mártir; murió en Tarracina, en la costa de la región italiana del Lacio (no se sabe en qué siglo murió; seguramente del siglo III). Mini-biografía: Cesáreo de África (oriundo de África), denunció la costumbre pagana de sacrificar un joven cada año en honor del dios Apolo, arrojándolo por un acantilado. El sacerdote de Apolo (en Tarracina) lo hizo arrestar y lo llevó ante el gobernador. Fue condenado a ser metido en un saco y arrojado al mar; fue martirizado junto a san Julián, un presbítero local. (Tomado del perfil suyo en Wikipedia).

2. San Benigno, venerado como presbítero y mártir; murió en Dijón, en la Galia Lugdunense (Imperio Romano, hoy Francia; la misma ciudad donde nació la beata Isabel de la Trinidad). (No se sabe en qué siglo murió; seguramente, el siglo III). Llamado S. Benigno de Dijón. Discusión historiográfica sobre su figura y las 'passio' halladas: aquí y aquí.

3. San Austremonio, obispo de Arvernia (hoy Clermont-Ferrand), en la región francesa de Aquitania; según la tradición, predicó en la ciudad de Arvernia la palabra de la salvación (murió hacia el siglo III, probablemente). Minihagiografía: aquí (perfil en Wikipedia).

4. San Juan, obispo y mártir, y san Jacobo, presbítero y mártir, ambos persas, que fueron encarcelados durante el reinado de Sapor II, en el año 343, y al cabo de un año consumaron su lucha muertos a espada en el antiguo reino de Persia (hoy Irák, aproximadamente). Un perfil hagiográfico de san Jacobo de Persia, aquí. Fiesta: 22 de mayo. Así los recuerda hoy la Iglesia Ortodoxa: «Hieromártir Juan Obispo de Persia, Hieromártir Jacobo Presbítero de Persia» (ver aquí el mes de noviembre en el calendario de la Iglesia Ortodoxa en América); ver aquí (conmemoración por la iglesia ortodoxa madrileña); también aquí, sobre S. Jacobo (mas no cuadran las fechas: datan su muerte a inicios del siglo V o ya bien entrado el siglo).

S. Marcelo, obispo
de París
5. San Marcelo, obispo de París (en la Galia Lugdunense, el el tiempo del Imperio Romano -hoy Francia-; murió en el siglo IV).

6. San Rómulo, presbítero y abad francés (muerto en la ciudad de Bourges, en la región de Aquitania -hoy Francia- en el siglo V).

7. San Severino, monje italiano (muerto en Tívoli, en la región del Lacio, hacia el siglo VI).

8. San Magno, obispo de Milán, en la región de Lombardía (hoy, noroeste de Italia; muerto en Milán en el siglo VI).

9. San Vigor, obispo de Bayeux, y discípulo de san Vedasto (murió hacia el año 538 en la ciudad de Bayeux, en la Galia Lugdunense -aún de los restos del Imperio Romano-, hoy Francia; Bayeux es actualmente la diócesis a la que está adscrita la ciudad de Lisieux; de hecho se llama la diócesis 'de Bayeux-Lisieux', en la cual hay un obispo auxiliar emérito que es carmelita descalzo: Mons. Guy Gaycher, experto en santa Teresita de Lisieux).

10. San Licinio, obispo francés; tenía la encomienda papal (del papa san Gregorio I Magno) de los monjes que se dirigían a Inglaterra para evangelizarla. (Murió en Anjou, en la antigua región de Neustria, parte del Imperio Franco, hoy Francia, hacia el año 606).
Minibiografíaconde de Anjou, atraído por la vida religiosa pero preocupado también por el porvenir del condado, aceptó prometerse; cuando su futura esposa se vio súbitamente afectada por la lepra, vio en aquel acontecimiento una señal del Cielo y abandonó sus funciones para convertirse en obispo de Angers. Dando pruebas de una incansable devoción, iba personalmente a consolar a los enfermos y a las mujeres a punto de parir. Y desde la ciudad de Angers, difunde la suavidad y pureza de sus costumbres y de su caridad como obispo santo, hasta su muerte. San Lucinio, que había sido el XVII en el elenco episcopal de aquella diócesis, pronto fue venerado en Angers como el patrono de la ciudad; Angers era la antigua capital de Anjou. (Tomado del santoral de Catholic.net).

11. San Maturino, presbítero francés (muerto en Larchant, ciudad del Gâtinais Aquitano -hoy Isla de Francia, departamento del Sena y del Marne-, hacia el siglo VII -otra fuente da como fecha el año 388).  Minibiografía: nació en Sens o en Larchant, cerca de Nemours en Gâtinais, se convirtió y fue ordenado sacerdote por Policarpo, obispo de la ciudad; él a su vez convirtió a sus padres y evangelizó la región con éxito. Fue reputado psiquiatra que tuvo como paciente a la hija del emperador Maximiliano, Teodora. Patrón de los locos; en la Edad Media, a los locos se les llamaba "maturinos". Su vida está plagada de leyendas (del blog Vidas Santas).

12. San Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la fe cristiana (murió en el territorio de Théouranne, en Flandes, hacia el año 670).

13. San Pedro del Barco, presbítero español, que vivió retirado en la soledad junto al río Tormes (murió en la ciudad de Ávila, en el antiguo reino de Castilla, en España, el año 1155; su memoria se celebra el día doce de agosto).

14. Beato Rainiero Aretino, franciscano italiano que brilló por su humildad, pobreza y paciencia en el siglo XIII (murió en el Burgo del Santo Sepulcro, una ciudad de la región italiana de Umbría, en el año 1304).

15. San Nuño Álvarez Pereira, militar de pro y defensor de la patria portuguesa, devenido hermano oblato de la Orden del Carmen en su nación (tomó el nombre de Nuño de Santa María -en la imagen-), tras lo cual llevó una vida pobre y escondida en Cristo (murió en Lisboa, capital de Portugal, en el año 1431 -el Martirologio lo recoge aún como beato, pues ha sido canonizado posteriormente-). Se celebra su fiesta el 6 de noviembre. Un perfil en Wikipedia, aquí.

16. Beato Pedro Pablo Navarro, presbítero jesuita español mártir; beato Pedro Onizuka Sandayu, presbítero jesuita japonés mártir; y beato Clemente Kyuemon, mártir japonés; quienes, en odio a la fe (odium fidei), fueron sometidos al tormento del fuego (muertos abrasados en el año 1622 en la ciudad de Shimabara, en Japón).

17. San Jerónimo Hermosilla, obispo dominico español y mártir; san Valentín Barrio Ochoa, obispo dominico español y mártir; y san Pedro Almató Ribeira, presbítero dominico español y mártir; que fueron decapitados por orden del emperador Tu Duc en la ciudad de Hai Duong, en Tonquín, en el año 1861.

18. Beato Ruperto Máyer, presbítero jesuita alemán, celosísimo maestro de los fieles, ayuda para los pobres y obreros y predicador de la palabra de Dios; sufrió persecución bajo el nefasto régimen nazi, siendo deportado primero a un campo de concentración y, después, recluido en un monasterio totalmente incomunicado con sus fieles; murió en Múnich, de Baviera, en Alemania, en 1945. (El P. Emilio J. Martínez, Vicario General del Carmelo Teresiano, escribió un artículo titulado: «P. Rupert Mayer, SJ: la Iglesia frente al nazismo»: Revista de Espiritualidad, t. 68 (2009), pp. 283-306.)

19. Beato Teodoro Jorge Romzsa, obispo y mártir ucraniano, que por mantener su fidelidad infatigable a la Iglesia en tiempo de persecución de la fe, mereció alcanzar la palma gloriosa en la ciudad de Mukacevo, en Ucrania, en el año 1947.