30.6.12

Moody converso

El padre de la «prima de riesgo» es converso al catolicismo


En nuestro tiempo, expresiones como «analista», «agencias de calificación», «prima de riesgo», «dedua», «déficit» y otras relacionadas salen casi a diario en los telediarios, especialmente en los europeos y americanos. Se debe a la crisis económica y la puesta en valor (en su justo valor) de la riqueza de cada país, riqueza vista desde un punto de vista económico: riqueza en la que poder invertir para sacar un rendimiento o una ganancia el inversor. Dinero y dinero. Y aquello que lo produce. Y aquello que lo transforma en posibilidades de ganar más. Es algo conocido por muchos y, al menos, oído por todos, aunque no siempre se alcancen a entender todas sus implicaciones.

Supongo que el crack de 1929 (la Bolsa de Nueva York), con el cual llegó el fin de «los felices años veinte» (época en que está ambientada la película española oscarizada Belle époque), en aquel tiempo, supongo, debió escucharse todos los días la misma retahíla de cosas que oímos hoy, aunque de modo distinto y mucho más lento, pues aún no habían llegado a la era de la información, como nosotros, que vivimos inmersos en ella. Entonces, era otra la “era”: la era industrial y de las máquinas (recordemos la película de Charlot, Charles Chaplin, denunciando el maquinismo).

Pero para entonces ya tenían el germen de algo que ahora va de boca en boca: las agencias de calificación de riesgo. Al menos, el fundador de una de ellas ya estaba funcionando. Se llamaba John Moody. ¿Suena ese nombre? Es quien dio nombre a la agencia estadounidense de calificación «Moody’s».

Para conocer un poco más a John Moody podemos señalar los años en que vivió: desde 1868 hasta 1957. Como vemos, pues, el famoso crak del 29 le pilló de lleno, en plena tarea. Él fue un analista financiero, un inversor, también escritor y, por fin, fundador, presidente y director del «Moody’s Investor’s Service», servicio que ha perpetuado su apellido hasta hoy y del que nació la agencia Moody’s: ¿quién no ha oído hablar alguna vez de la agencia Moody’s?

Lo que no es tan conocido de este curioso personaje es su faceta cristiana, la cara de la fe, en que se dirimen las cuestiones verdaderamente trascendentales. Resulta que John Moody fue también vicepresidente de la «Saint Paul’s Guild» o Asociación de San Pablo, pensada en torno a los conversos al catolicismo, que fueron numerosísimos en el período de entreguerras: entre la I y la II Guerra Mundial. Ese lapso de tiempo se llega a alargar, puesto que en las últimas décadas del siglo XIX y en las posteriores a 1945, es decir, en los tiempos anteriores y posteriores a dicho período de entreguerras, también se verificó gran número de conversiones; y no sólo por la cantidad, sino por la gran diversidad de procedencias de los mismos conversos y por su calidad humana. Muchos de ellos destacaban en su país o incluso en ámbito internacional por sus cualidades (humanas, literarias, empresariales o de gobierno). Uno de esos casos fue el de John Moody, quien ya destacaba en el ámbito de su especialización: el de la inversión y el del mercado financiero. Luego confiaron en su agencia para que le pusiera la “nota” a las entidades financieras. Ahora bien, se confía en que quien pone la nota tenga sobre todo el valor o la virtud de la justeza; o sea que se ajuste a la verdad de las cosas y a lo que valen; y que no se deje llevar o embaucar por lo que unos y otros dicen que vale. Ahí está el quid del asunto: la confianza (en el mercado, en las divisas, en la capacidad de rehacerse, en la fluidez del capital, etc.). Si no hay confianza, todo sistema, también el sistema económico, se viene abajo, se hunde en el abismo. Y confianza es lo que se pide al que pone la nota y, en función de esa nota, los demás actúan. Últimamente parece que a alguna agencia de calificación le están acusando de no ajustarse a la equidad y de jugar algo sucio; es decir: algunos países importantes están quitándole su confianza. También alguno ha dudado de Moody’s, aunque no tanto. Tal vez sea porque su fundador cristianamente inculcó en su equipo el valor de la justeza y éstos, a su modo, han sabido perpetuarlo.

Fray Ignacio de la Palabra, ocd
(escrito el 09.12.2011)



(Sobre John Moody, la "Moody's Corporation" tiene un resumen -en inglés- histórico-empresarial; clicar aquí.)

Un libro sobre el Cardenal Martini

Últimamente ando leyendo cosas del Cardenal Martini (ya mencioné dos "diálogos" de él con diversos autores, publicados consecutivamente en español), y ésta es una cosa no suya pero sí sobre él. Se trata de una tesis doctoral en teología (escrita originalmente en italiano) que analiza el magisterio teológico, pastoral y espiritual del Cardenal, basándose en sus escritos publicados. Los datos básicos del libro son éstos:

Damiano MODENA, Carlo Maria Martini. Magisterio teológico, pastoral y espiritual. Editorial San Pablo (colección "Caminos", 31), Madrid 2009. 448 páginas.

Una breve ficha de presentación del autor: Damiano Modena (Bussolengo, Italia 1968), sacerdote, es licenciado en Teología Moral por la Facultad de Teología de Italia Meridional, sección San Luis, y doctor en Teología Dogmática en la sección Santo Tomás de la misma universidad. En la actualidad es párroco de tres pequeñas parroquias y profesor de Religión y de Teología Moral. Colabora en la Comisión Diocesana de Catequesis, en el Departamento de Pastoral Juvenil y en la Comisión de Arte Sacra.

*     *     *     *     *

Ahora lanzo algunas preguntas (tal vez incómodas) sobre la lectura y la formación permanente:
- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
- O si no lees ahora ninguno, ¿cuál fue el último libro que leíste?
- ¿Eso fue hace mucho tiempo o es una lectura reciente?
- ¿Por qué decidiste leer ese libro?
- ¿Recuerdas algo de esa lectura?
- ¿Piensas que te sirvió de algo esa lectura?
Es decir: es necesario que leamos; pero, ojo, hay que leer con sabiduría, o sea con cabeza: no al tuntún, sino sabiendo escoger las cosas que leemos y siendo conscientes de porqué lo hacemos (por distracción, por formación permanente, por investigación, por curiosidad...; hay múltiples motivos, unos más importantes que otros); no sea que simplemente "consumamos" lecturas, que luego no nos sirvan de nada; así, haremos flaco favor a la cultura, pues sencillamente habremos "tragado" páginas, sin que se nos note en nada, sin que se vea el fruto de la lectura en nuestras vidas...


29.6.12

Conato de inicio de novela introspectiva


Escribo porque no sé qué hacer. Ni siquiera tengo un programa desde el inicio. Tal vez, sí, escribir lo que llevo dentro o lo que me venga en gana… sin demasiadas cortapisas (eso no significa ser vulgar).

Por qué. No sé.

Seguramente he de ocupar en algo mi pensamiento, mi mente, mi capacidad mental de pensar. O la tengo menesterosa o no hay nada que hacer: ella misma se lo toma a pecho y no para de funcionar todo el día (es decir, toda la jornada: de sol a sol o de luna a luna, da igual).

Es curioso que el impulso de ser espontáneo y natural, desenfadado, sea escribir algo vulgar (groserías, tacos, etc., que seguramente he escuchado en las películas —diría films, que suena mejor (más esnob, estaba pensando)— que he visto y escuchado —entendiendo que mirar y oír son anteriores a éstas acciones y, por tanto, más superficiales, no necesitadas de mayor atención— durante buena parte de la tarde). Me pregunto: “¿Por qué quedará esto en la consciencia? ¿Por qué sólo esto? ¿Por qué esto antes de otra cosa? Quizás sea por lo llamativo, lo que atrae la misma atención que normalmente vive descentrada o distraída o mariposeando de una a otra cosa… Quizás, solo quizás.

Un párrafo y me paro. Pretendo pensar con más detención, más cuidadosamente. Me doy cuenta en seguida del vocabulario que utilizo (a veces, repetido; otras, muy usado, común). Yo mismo me corrijo a la vez que escribo. Decido tomar esta expresión y no aquélla otra que iba a escribir. (La primera autocorrección ocurre en el cerebro creativo, en el cerebro escritor. La segunda tiene lugar en las manos que escriben con los dedos los dígitos formando un mensaje inteligible o lo que es lo mismo capaz de la inteligencia lectora. La tercera, pero no última, viene del aparato programado llamado por vocación ordenador. Puede que se den otras correcciones —quité el auto-—; podemos llamarlas externas, hasta aquí eran internas del emisor principal: del escritor.)

Ahora que lo pienso, debería escirbir la fecha de hoy. Legalmente es lunes 22 de septiembre de 2003 y ahora son las 03.23 horas del reloj inferior del portátil donde escribo. Antes de escribir, por unos segundos pensé en escribir a mano, mas como ya lo tenía encendido y el programa no usaba tono romántico, melancólico o trascendental, decidí al cabo de esos instantes que lo más efectivo y rápido era solucionar ese conato de problema —palabra clave en Occidente (¿qué es, qué será Occidente?)— que se me planteaba al inicio: escribir para quedarme tranquilo y dormir, irme a la cama sin pensar en nada concreto (que me quitara el sueño o me lo impidiera). Eso, sencillamente, no me apetecía, ya eran las dos y media pasadas, me habían instado a acostarme (“ya ves, ¿para qué?”, me preguntaba cavilando una vez más), y no quería pasar la próxima hora o fracción dándole vueltas mentales al asunto tonto y sin trascendencia. Lo peor, supongo, es trascender aquello intrascendente o pararse fuera de lo verdaderamente importante. No me gusta la tonadilla que deja, pero prefiero escribir una opinión sucinta de lo que escribo a pararme a pensar algo más y escribirlo de otro modo. A lo mejor no sé, no me da más la mollera o la morella… (Lo dicho sobre la autocorrección sirve aquí para la autocrítica. Puede ser que ésta haga a uno más independiente, libre, autosuficiente; esto explicaría algo, aunque no todo.)

Más. Pero no sé qué. Tal vez sea mejor dejar aquí la palabra.

La extrañeza de lo inesperado.
La rareza que causa la libertad.
El asombro de lo inusitado,
El reproche que ocasiona la originalidad.

La curiosidad de lo nuevo
La novedad de lo inusual
El estupor ante lo auténtico.
Son los frutos de la soledad.


I


No sé si al final habrá un “II”. Sencillamente, no lo sé. Pero vayamos a ello. (En medio de la mirada ajena es difícil inspirarse…)

La vida pasa, va adelante, no torna, se esfuma; algunos la recrean, otros la soportan, y otros más la olvidan. Lo que no tiene sentido puede adquirirlo por diferentes cauces, pero siempre tendrá un sinsentido como inicio. Me refiero a obviar la vida. Se vive o no se vive. Puede que alguno añada: o se sobrevive. Bien; ésta es una forma subrepticia de vivir. Así que volvemos a lo mismo. Embarazado, sí o no; medias tintas, para el tintero.

Lo llamativo puede distraer, pero no cambiar la vida. Si la vida pasa, lo anecdótico, aquello que hoy llama la atención y mañana no, no cuenta para nada. Por muchas copias que se venda, por muchas semanas que esté en cabeza de listas. El “hoy” es elástico; puede ser un año, o más o menos. Nuestro tiempo, sin embargo, está como revuelto, sin límites, sin puertas ni cerrojos, sin seso que lo piense o lo prediga. Es como hablar de Europa sin europeos (que es lo que se hace al eliminar las tradiciones religiosas de su proyecto constitucional, por ejemplo). Pues eso. Y que se la den a otro.

Las posibilidades —“oportunidades”, las llama cierta firma de grandes almacenes (son grandes por su estructura y pequeños por lo que almacenan)— hay que cazarlas al vuelo. Si no, pasan volando y ciento mirando… Pero hay posibilidades para todo tipo de necesidades. Posibilidades de trabajo, de ascenso, de mejora social, laboral o económica. Puedo tener posibilidades con fulano o con mengana, según me vaya el rollo. O bien, posibilidades de ataque, de retirada, de reestructuración estratégica, etcétera. De posibilidades, sí, señora, tenemos existencias. ¿Cuál quiere usted?

(Por cierto: no es futil pensar de vez en cuando. Es bueno para la salud integral e integradora, por si alguien lo dudaba.)

¿Y las personas? ¿Dónde las dejamos? ¿Dónde las tenemos? Depende. Depende del planteamiento de partida. Si usted es un hábil comerciante, a gran escala pongamos por caso, sabrá bien que el capital humano cotiza a la baja. Pocos, pero especializados. Pocos y controlados (en número), pero llenos de conocimientos. Algo así como una elite de Einsteins en diminuto. Por tanto, pocos y descontrolados; porque, ¿qué no puede hacer una mente que piense? La verdad, es para pensar.

La fuerza de la historia es algo así como la fueza de la costumbre: quien no tira es tirado por los otros. O por decir mejor: a quien no tira del carro, lo tiran de él. Así de sencillo y así de tremendo. El caso es que no hay muchos carros de los que tirar. Se van agotando. Era algo previsible, ciertamente. Mas hay quienes no se convencen ni por las buenas, oiga. ¡Hay que ver! “Lo que la democracia tiene que pasar”, me decía el portero de casa. “Y lo que ya ha pasado”, añadía la señora del primero, que los setenta ya no los cumple… Dejé a mis vecinos y al portero enfrascados en una diatriba socio-política interesante, pero ya se me hacía tarde. Me dejó pensativo, de lo cual me di cuenta en el autobús. Miraba por la ventana ensimismado y al paso de un ejecutivo deslumbrante, caí en la cuenta de que mi parada se me había pasado hacía cosa de media hora. Y el retraso iba a ser imperdonable.

Una vez llegué al laboratorio, me tomé mi tiempo para preparar los accesorios del nuevo aparato que habían traído. No era fácil la cosa. Llevaba adjunto su librito de instrucciones, como de costumbre, que no consulté para nada, como de costumbre también. En fin, acabé por dejarlo e irme a almorzar, según los cánones del acuerdo sindical que se establecieron el año pasado.

Mis preguntas no tenían fin. Realmente, la solución a todas ellas se me escapaba. Y eso me ponía nervioso. Hablaba con mis amigos frecuentemente, escribía algún que otro ensayo para desfogarme y después lo hacía trizas, todavía no sé por qué (cosas que nunca verán la luz pública; la privada ya la vieron). Hasta que resolví desdoblarme y entablar un diálogo fecundo con mi doble: mi yo con mi otro yo. Vamos, para esquizofrénicos. Pero todo el mundo no es farolero, así que me sentí muy a gusto con mi nueva profesión de varón esquizoide. Lo del laboratorio lo dejé, sólo me daba quebraderos de cabeza y no me servía para mi nuevo trabajo, más aún, me lo impedía con fuerza, porque no es lógico. Así que le di patatas fritas y al contenedor. Ahora sí que iba a gozar de veras.

        ˜               

Vuelta a la normalidad, prosigo en mi intento personal de intracomunicación o comunicación en el interior. (¡Ay!, palabra equívoca esa.) Un interior es como otro, aunque supongo que se diferenciará en el mobiliario. Más de uno camina por la vida con su interior vacío; algo así como darse un paseo por el supermercado sin llenar el carro, como presumiendo de carro bonito… Pues no creo que nadie pueda presumir de seso vacío o, por mejor decir, de interior vacío. Es como reír supinamente de ignorancia.

Por el contrario, he podido observar (nadie suele impedir echar una ojeada a la realidad, aunque sea en la esfera de lo privado) que las personas interesadas, preocupadas más bien, por su interior van en crecimiento (más cualificativo que numérico). Me alegro por ellas. Y por mí. Formamos sin saberlo un colectivo anónimo pero consciente de la realidad que nos rodea; que no es pedir poco. A partir de esa lectura personal, elaboramos un modo de relacionarnos con ella, establecemos un código tácito de comunicación con los elementos diversos de que está compuesta esa realidad leída (alguien los llamaría “efectivos”, pero resulta que muchos son inefectivos, así que dejémoslo en elementos). Tras el modus comunicandi esencial para el buen funcionamiento interno, estas personas abordamos ciertos asuntos trascendentales, que por la misma palabra ya se entiende adónde nos llevan: nos trasladan a lo trascendente, nos abren la puerta de la aparente cárcel de lo inmanente para tender un puente a lo infinito, aunque no como el de Richard Bach.

La experiencia vale la pena, porque no hay pena en vivir, sino intensidad de las vivencias, frutos de la vida, que se archivan en nuestra memoria como “penas” o “alegrías” o también “asuntos intrascendentales” (estos últimos quedan al fondo de la red del conocimiento humano, y a veces es difícil de sacarlos de allí). En fin, si hiciera falta hacer publicidad del interior, la haría. Pero él solito se basta y se sobra. Ya lo podemos imaginar…

El ambiente no ayuda para realizar este viaje “al centro de la tierra humana”, por parafrasear el título del futurólogo Julio Verne aunque matizándolo: no la terrestre exterior, sino la humana interior. Pasamos de la tierra al hombre, del barro sin forma a lo formado con barro. Podría calificarse como un nuevo Renacimiento, un nuevo humanismo. Tal vez. No soy experto en calificativos. Que lo pongan los que más saben de ello.

(Por cierto, lugar y fecha se me olvidaron en el cajón. Lo abro. De Madrid a Valencia, en autobús, desde las siete a las siete cuarenta y uno de la tarde; bueno, cuarenta y dos. Cómo pasa el tiempo.)

Me alegro de dialogar conmigo mismo. Me siento, más que flex, heredero de una grandísima tradición monológica en la humanidad, en la historia del hombre. Pensadores, artistas, místicos, escritores, navegantes, científicos, trabajadores, viajeros y un sinfín de especialistas en el diálogo interior, principalmente prácticos. Porque esto, como la gran mayoría de cosas, se aprende practicándolo, buceando en sus aguas profundas, hundiéndose y perdiendo el norte a veces (es casi necesario haberlo perdido para saber recuperar lo importante), pero siempre reencontrando el “Om” principal (como muestra Hermann Hess en su Sidharta), el punto de encuentro originario, algo así como un big bang de la humanidad interior. Allí todos nos encontramos, de allí partimos para recorrer las sendas particulares y hacia ese lugar imaginario nos volvemos al final de los tiempos. Todavía nos queda un buen trecho por caminar.


II

Va de confesiones. En serio; y de guasa. En directo; también en diferido. En privado; y en público. Por escuchas: legales... e ilegales. Por escrito: en general y, desgraciadamente, en concreto (ilegales por eso). Canónicas. Y literarias. Si de las primeras se publica (que se ha hecho), ilegal por hacerlo. Si de las segunda se calla, una posible joya futuramente antológica que pierde la humanidad (o tal vez un folio que aumente la densidad de la papelera, o unos minutos gastados en balde ante la pantalla del ordenador).

Zambrano escribió de ella: La confesión. Hoy se le recuerda. San Agustín la hizo... la hizo y después la escribió: Confesiones. Hoy no se le recuerda. Se salta de Aristóteles (que no la conoció) a Kant (que la practicó pero no escribió sobre ella). De un ignorante a otro. Ignorancia hay en no conocerla; ignorancia hay en, conociéndola (practicándola), no reflexionar sobre ella.

En nada se parecen Kant y Zambrano: él la practicó. De María se supone lo mismo, mas sobre ella escribió. Y él no. Sí se asemejan Zambrano y san Agustín: ella se siente heredera, eslabón de la tradición literaria que él si no creó sí lanzó a la fama editorial y a la reflexión humana. Kant no. Lejos está de san Agustín. No sé por qué los ponen de vecinos: Aristóteles, san Agustín (saltado) y Kant. Mucho hay que desenredar para colocar a todos entre estos dos. Y entre los dos primeros. Faena ya hecha, por cierto. No sé por qué la han de hacer otra vez; a no ser por ignorancia. Moraleja: Quien salta así en la historia es un ignorante, aunque no conozca... ni su ignorancia misma.

                 ˜       

Una confesión a modo de poema.

La voz, el sentido del
interior, la palabra
de lo profundo.

El hada de los sentimientos.
El vaporoso deseo y
el anhelo ahogado
de unión con el horizonte
de alcanzar a todos los hombres
de comunión totalizadora…

El Maestro mira. El Discípulo
quisiera hablar para desahogar
todos sus pensamientos, que
le arrastran por sendas ocultas
para la Luz,
le evitan la claridad y el
destello del mediodía,
le velan los sueños hondos de la
vida en oscuros temores,
miedos opacos y en deficientes
apreciaciones de los sentidos.

¿Por qué tal tormento cuando
la vida gime por darse?

¡Oh solitario, ten paciencia!

—¡Oh amigo, ven y mira:
no vives solo,
caminas acompañado!

Mi amigo, mi hermano
mi querido y gran desconocido,
voy a soñarte,
en este deseo de abrazarte.

Caminamos juntos,
sí,
ojalá caminemos unidos
en la eternidad.

No me preguntes por qué:
la incomunicación
la globalización
la incertidumbre
la cerrazón y el pesado
lastre de la destrucción…

Sabemos —y lo queremos,
lo anhelamos, lo soñamos—
que la vida es cosa de tres.

            *          *          *

Cuando el paisaje del
alma se ilumina el
pensamiento discurre como un
arroyo en crecida.


(Escrito en 2003.)

Fúlgidas gotas (reflexión)


“Cómo pasa el tiempo...”
 

Son gotas finas de rocío, fúlgidas, que se mueven imperceptiblemente. Su viaje es corto. De ahora al pasado. Su vida, ínfima. Aún así y quizá por ello, resplandecen por todo el universo.

Son muy preciadas. Recónditas como ninguna, reposan en las hojas primaverales. Hasta que por fin se dejan deslizar verde abajo y, en el extremo punteagudo, se despiden con pesar hasta más ver. Sabiendo que ya nunca tornarán a donde una mañana gris la lluvia las depositó con ese amor propio de una madre.

Son cientos, millares, miles de millones. Abundan, pero no nos percatamos. Son silenciosas. Llegan, pasan, se van. Y nosotros seguimos igual. En verdad, no seríamos nadie sin ellas. Mas no nos importa. Sobrevivimos y basta.

Son realmente originales. Su número preferido es sesenta. Y aunque en apariencia no existe ningún detalle que las diferencie, cada una tiene su función. De forma competente la desarrollan. Sin prisa pero sin pausa.

Son indispensables. Mueven el mundo. Siembran, cosechan, siegan. Despiertan a las ciudades. Abren y cierran los puertos. Gobiernan a los elementos. El fuego les rinde homenaje. La tierra les ofrece su fruto. El agua es su transporte. Del viento reciben su profundo respeto.

Son ellas, únicas en su especie. Dinámicas y desenfadadas, pero estrictas en cuanto a labor se refiere. Y nosotros, inevitablemente, de ellas dependemos. A unos agobian, a otros hacen reflexionar. A los menos importan. Y a todos nos controlan.

Son ellas. Los segundos.



(Puedes ver el texto diseñado en "El Refugio de la Brisa", haciendo clic aquí.)

28.6.12

Escenas cotidianas (I)

(Ejercicio literario, imaginándose una escena cotidiana y describiéndola con palabras iniciadas por "in" o "im")

Escenas cotidianas
 
I

En una casa de campo

—Estoy intranquilo, inseguro…
 ¡Hay un intruso!
 Oh, qué infortunio…
 He inspeccionado todo incluído;
 …Pero estoy insatisfecho…
 ¡Ah!, es intrascendente:
 un intrépido insecto invertebrado pillado in fraganti


(Ahora, dejando sólo las palabras que comienzan por "in-" o "im-"...):

—Intranquilo, inseguro…
¡Intruso!
Infortunio…
Inspeccionado... incluído;
…insatisfecho…
Intrascendente:
intrépido insecto invertebrado in fraganti

Escenas cotidianas (II)

(Ejercicio literario realizado sirviéndose de adjetivos, verbos y sustantivos que comienzan por "in-" o "im-"...)

Escenas cotidianas

II

En una inspección académica


(Situación): Un instructor inactivo: se ha vuelto intransigente, se cree indispensable,
inmejorable, el más inteligente, alguien inigualable…
Inspector Jefe: (Mostrando desdén.) —Usted es innecesario.
Instructor: (Confundido. Justificándose) —¡Imposible! He intensificado mi trabajo inestimablemente.
Inspector Jefe: (Decidido.) —Algo inapropiado.
Instructor: (Desafiante.) —¡Soy indestructible, invicto!
Inspector Jefe: (Sorprendido.) —Lo que usted es… ¡un insubordinado!
Instructor: (Llorando.) —Lo siento. Por favor, imploro…
Inspector Jefe: —Nada que hablar. Realmente algo impropio, inadecuado.
Instructor: (Mudando en venganza. Aparte.) —Inmisericorde…
Inspector Jefe: (Dándose cuenta.) —¿Acaso injuriando?
Instructor: (Para sí, en secreto.) —Imbécil…
Inspector Jefe: (Dándose cuenta. Poniéndose más serio y rígido todavía.) —Inoportuno. Realmente incauto. (Tomando nota para abrir un expediente.) “Instructor insurrecto. Indecente: insultando invectivas”.
Instructor: (Asustado por las consecuencias que le pueda acarrear el expediente. Mostrándose más dialogante.) —Lo siento… Impetro incoación.
Inspector Jefe: (Decidido y muy serio.) —Me es indiferente. Ya estoy informado. Mi decisión es inamovible.
Instructor: (Asombrado por la firmeza del Inspector Jefe. Refiriéndose a la expresión de su rostro; para sí.) —¡Inexpresivo! (Rogando al Inspector Jefe y quitando hierro a la situación.) Bueno, eh… Ha sido una instantánea intensificada…
Inspector Jefe: (Mirando con altivez al Instructor.) —Imberbe inexperimentado… (Dirigiéndose al público.) Instructor inactivo: “insurrecto inservible”. (Concluyendo. Dirigiéndose al Inspector.) Inspección impartida. (Para sí y hacia el público.) Imborrable.


Escenas cotidianas (III)

(Ejercicio literario usando solamente palabras comenzadas por "in-" o "im-"...)


Escenas cotidianas

III
En el quirófano de un hospital, ante un moribundo

Médico: (Acercándose al Moribundo y escuchando lo que intenta decir.) —Ininteligible. (Analizando al Moribundo con detenimiento, se asombra por haber descubierto algo importante.) ¡¡Insólito!!: Intensa infección intestinal. (A la Enfermera. Con urgencia.) ¡Intervenir!
Enfermera: (Al Médico. Preparando rápidamente la anestesia para el Moribundo, con una inyección en la mano.) — ¿Intravenosa?
Médico: (Afirmando. Con expresión compasiva hacia el Moribundo.) —Indolora.
Enfermera: (Para sí. Poniendo la anestesia. A la expectativa.) —Instantes intranquilos…
Médico: (Viendo el monitor de las constantes del Moribundo y dándose cuenta de los efectos negativos inmediatos que ha causado la inyección.) —¡Innumerables interacciones! ¡Intensificar!
Enfermera: (Informando al Médico de las constantes del Moribundo.) —Impulsos inanes.
Médico: (Tocando al Moribundo. Con preocupación.) —¡Insano! (Con urgencia.) Inyectar intramuscular.
Enfermera: (Al Médico.) —Introduciendo…
Médico: (Observando de nuevo las constantes. Con gran preocupación.) —¡Inestable!
Enfermera: (Mirando el monitor de las constantes del Moribundo y confirmando su tendencia a empeorar.) —Inconstante…
Médico: (Con mucha urgencia.) —¡Irrigar inmediatamente!
Enfermera: (Al Médico. Esforzándose.) —¡Irrigando!
Médico: (Observando otra vez el monitor y viendo que el Moribundo nuevamente empeora en vez de estabilizarse. Con indignación.) —¡¡Imperfecto!! (Echándole la culpa a la Enfermera.) ¡¡Irresponsable!!
Enfermera: (Justificándose ante el Médico. Resignada.) —Involuntariamente…
Médico: (Asustado. Temiendo perder al Moribundo, lo toca para ver cómo reacciona el cuerpo, pero éste no se mueve un ápice.) —¡Inerte, inanimado…! (Nervioso. Pensando rápidamente en una solución que salve la vida del Moribundo. Repitiendo para sí…) Inanimado, inanimado… (Más nervioso. Tocando el cuerpo del Moribundo y pensando a la vez. Parándose de repente y gritando a la Enfermera.) ¡¡Impactar!! ¡¡Intensificar!!
Enfermera: (Asustada. Cogiendo con gran urgencia el electroshock. Gritando también.) —¡¡Impactando!!
Médico: (Muy nervioso. Observando minuciosamente el proceso de reanimación. A la Enfermera) —¡¡Inclinarlo!!
Enfermera: (Inclinando con gran torpeza al Moribundo. Volviendo a cargar el electroshock. Chillando.) —¡¡Impactando!! (Dándose cuenta de que el electroshock no funciona. Sin saber qué hacer. Histérica.) ¡¡¡Inactivo!!!
Médico: (Nerviosísimo. Viendo que el Moribundo se les escapa.) —¡¡Intubarlo inmediatamente!!
Enfermera: (Desesperada. Creyendo que no hay solución. Derrotada. Susurrando para sí.) —Innecesario, irreal… (Alza la voz. Al Médico.) ¡Innecesario!
Médico: (Con arrebato de odio. A la Enfermera. Chillando.) —¡¡Insensible!! ¡¡Interesada!! (Asombrado. Alzando la cabeza y gesticulando como un enajenado. Con pavor y mucha urgencia.) ¡¡Impensable!!
Enfermera: (Refiriéndose con pena al Moribundo. Con parsimonia.) —Intelecto insulso… Inexpresivo…
Médico: (Manteniéndose firme en su opinión de intubar al Moribundo. A la Enfermera. Sin parar de gesticular.) —¡Irrenunciable!
Enfermera: —Impracticable… Inmejorablemente intacto.
Médico: —¡Infinitamente inimaginable! (Muy asombrado.) ¡Increíble! (Reprochando a la Enfermera.) Intencionadamente inmoral. (Mandándole. Muy serio. Gritando.) ¡¡Intervenir!!
Enfermera: (Aparte.) —Incómodo internista.
Médico: (Ante la inactividad de la Enfermera, llamando urgentemente al control de la Sala de Quirófanos. Señalándose las orejas con los dedos índices.) —¡Interfono interconectado! (Apuntando con el dedo a la Enfermera. Dictando a los del control de la Sala de Quirófanos.) Informe importante: Irreconciliable. Irresponsable. Informal. Incapaz: impidió intervención. Internamente inmoral. Interiormente insensible. Imponerle introspección.
Enfermera: (Al Médico. Desdeñándolo.) —Insensato. Intelectualoide inconformista…
Médico: (Musitando. Para sí.) —Íntima incomunicación.
Moribundo: (De repente. Balbuceando.) —Im…, im…, im…
Médico: (Asombradísimo y contento. Olvidándose de la Enfermera. Chillando de alegría) —¡¡¡Inteligible!!!
Enfermera: (Mirando al Moribundo. Como exigiendo.) —Indeterminado, irracional…
Médico: (Muy firme. Con voz estentórea.) —¡¡Intervenir inmediatamente!!
La Enfermera se queda al fondo de la Sala de Quirófanos, segura de su actitud, esperando la muerte súbita del Moribundo. En ese momento, entra otra Enfermera.
Otra Enfermera: (Al Médico. Confirmando la decisión.) —Inteligente. ¡Interviniendo!
Médico: (Interviniendo al Moribundo. Informando a la Enfermera.) —Inflamación interorgánica.
Otra Enfermera: (Pensando en el Médico con admiración. Para sí.) —Imperturbable, impasible, imbatible, incombustible, insaciable…
Médico: (Analizando con preocupación las entrañas del Moribundo.) —Incontables impurezas… (Abrumado.) Infestado irremediablemente.
Otra Enfermera: (Al Médico. Dudosa.) —¿Incitado a intervenir?
Médico: (Animado de pronto.) —Investiguemos.
Otra Enfermera: (Tomando las constantes del Moribundo.) —Insípido, inodoro, invidente, inaudible…
Médico: (Muy extrañado.) —¿Inhumano?
Otra Enfermera: (Analizando el cuadro clínico del Moribundo y moviendo la cabeza.) —Insalubre…
Médico: —Incomparablemente intrincado… (Meditando.) ¿Intersección intermedia?
Enfermera: (Como susurrando desde atrás.) —Incomodidad intranquila…
Médico: (Alzando las manos abrumado sin saber qué hacer. Invocando a la Diosa Ciencia.) —¡Inteligencia internacional!
Otra Enfermera: (Mostrando su indignación ante el Médico.) —Indignada. (Girándose, en dirección a la Enfermera. Señalándole.) Interpuesta…
Enfermera: (Notando cierto mareo. Dirigiéndose al Médico.) —Indispuesta…
Médico: (Haciendo ademán de que se vaya. Para sí.) —Indefectiblemente incapaz. (Mirando con compasión al Moribundo.) Intransitable.
Otra Enfermera: —¡Impensable! (Animando al Médico.) ¡Intervengamos!
Médico: (Señalando al Moribundo.) — ¿Insalubre, inconsciente, insensible?
Otra Enfermera: (Urgiendo al Médico.) —In extremis…
Médico: (Dándose por vencido. Moviendo la cabeza. Mirando con grandísima pena al Moribundo abierto en canal.) —Irreverente. Improductivo. —Le cierra los ojos al Moribundo que muere en ese instante.
Otra Enfermera: — ¡Impresionante!
 

 Fin del Acto Único.


26.6.12

Hacer comunidad (poema)


Hacer comunidad

Imaginemos a dos personas, dialogando sobre "hacer comunidad"; y uno le pregunta al otro cómo puede ser eso, y el otro le responde con palabras que empiezan por "con-" o su equivalente ortográfico "com-" (delante de p y de b).


                         —¿Cómo?
                         —Común...
                         —¿?
                         —Conlleva compañía,
                         contigo...
                         Contacta,
                         concierta,
                         conoce...
                         Colabora constante,
                         contento...
                         Convierte contrastes,
                         comprende...
                         Convoca:
                         contagia, comunica...
                         Contigo, consejo...
                         Comporta comunión
                         Comparte comunidad...

Desierto de Las Palmas, 6-8-2000          
Fray Ignacio de la Palabra          

24.6.12

Conociendo Navarra (y V)

En la última etapa del viaje familiar, visitamos el popular lugar de Roncesvalles, a los pies de los Pirineos, en una de las extremidades de Navarra, estando apenas a 2 km de la frontera con Francia.


Conmemoración de la batalla de Roncesvalles

Roncesvalles es el primer hito del Camino de Santiago francés en tierras españolas, por eso mucha gente que quiere hacer "completo" el Camino de Santiago se traslada a Roncesvalles para iniciarlo aquí. Esto, pensándolo bien, no tiene mucho sentido, porque el Camino de Santiago no empieza en ningún sitio sino en tu propia casa, en la puerta de tu casa, que es el primer hito de la decisión de "caminar hasta la tumba del Apóstol Santiago", primer y principal objetivo del romero o peregrino, desde la Edad Media hasta hoy. Otra cosa es que hayamos "laicizado" el peregrinaje, la acción de peregrinar; pero las peregrinaciones nacen en los primeros siglos del cristianismo --pensemos en santa Elena, y sus viajes por Tierra Santa; o en la española Ejeria, mujer noble peregrina por los caminos de Europa (el diario de la peregrinación de Ejeria está publicado en la BAC)--, y llegan hasta nuestros días: Roma, JerusalénSantiago... son lugares donde reposan los restos de los apóstoles. Otros lugares se verán convertidos en puntos de llegada de peregrinos por tener los restos de los primeros mártires (no apóstoles) del cristianismo, o bien por la fama de santidad de su obispo (como en Tours, Francia, con san Martín de Tours); y ya, siglos más tarde, con las apariciones marianas, algunas aldeas se verán transformadas en puntos neurálgicos del "tráfico de peregrinos" y devotos: Fátima (Portugal), Lourdes (Francia), Loreto (Italia), Guadalupe (México), Aparecida (Brasil)...

Podemos pensar cómo Roncesvalles se convirtió en hito del Camino de Santiago. Y buscando en la historia, veremos que tiene mucho que ver con la frontera de los reinos español y francés, con la pugna plurisecular que hubo entre ellos; y yéndonos más atrás, con la invasión musulmana de la Península Ibérica, con la Reconquista posterior (que duró largos y duros siglos)... es decir, que las guerras y batallas también pasan por Roncesvalles; y, además, porque había un hospital que atendía a los peregrinos que ya no podían seguir el Camino de Santiago y se quedaban allí, para iniciar otra peregrinación, mucho más trascendental en su vida: la muerte... Por eso, si deseas hacer el Camino de Santiago, hazlo desde donde puedas, no es necesario que acudas a Roncesvalles... Y si lo pretendes hacer "completo", entonces te conmino a que busques en tu comunidad autónoma, en tu provincia y en tu pueblo o ciudad (y alrededores inmediatamente próximos) por dónde transcurre el Camino de Santiago (o por dónde debió de transcurrir) y hacerlo, exactamente, desde tu casa: recuérdalo, ése es el inicio, tu inicio. (Si no sabes encontrarlo, te aconsejo que busques si hay en tu ciudad o en la ciudad más próxima a tu pueblo alguna "Asociación del Camino de Santiago" o similar, y te pongas en contacto con alguno de sus miembros, que, seguramente, te atenderán con mucha amabilidad e interés en todo lo referente al Camino.) (Otra cosa es que desees hacer el "Camino francés" en tierras españolas; entonces acude a Roncesvalles, que es el lugar marcado por la historia y por la tradición.)


21.6.12

Conociendo Navarra (IV)

En el recorrido de hoy hemos visitado el Sur de Navarra: la importante ciudad de Tudela, y, al volver, la villa medieval de Olite, dentro del partido de Tafalla, a mitad distancia entre Tudela y Pamplona, adonde hemos regresado por la tarde.


Tudela es, ante todo, sede episcopal, del Arzobispado de Pamplona-Tudela, con una catedral imponente, con aires metropolitas y manteniendo, sin embargo, el aire rural de una villa antigua y señorial. Ante todo, Tudela es hoy, desde su ubicación sureña navarra, una ciudad de acogida: acogida de los emigrantes españoles y, sobre todo, de los inmigrantes americanos, africanos, asiáticos y también europeos. Eso es lo que muestran sus calles o, por mejor decir, las personas que se ven caminando por sus calles, comprando, paseando, llamando por el teléfono móvil, jugando en los parques infantiles, comiendo en los restaurantes, etc. Es decir, una ciudad con una acogida digna de mención -por eso lo menciono- y con una inserción totalmente normal, al menos por lo que se puede observar desde fuera, desde la visión de un visitante curioso... Tudela es, además, ciudad antigua y nueva; ciudad del siglo XV y ciudad del siglo XXI, cosas que ya no existen (como el castillo central, en donde hoy se alza solamente una estatua del Sagrado Corazón de Jesús -ante la estatua del Inmaculado Corazón de María, que se avista en un montículo que queda enfrentado al del antiguo castillo y actual Sgdo. Corazón de Jesús) -por cierto que en el Archivo Municipal se pueden ver dos grandes maquetas con las dos Tudelas: la del XV y la del XX-, y cosas que aún perviven en la realidad del visitante por Tudela, ciudad episcopal; una catedral hermosa, amplia y espaciosa, con una imponente sillería (en el preceptivo coro canongial) y varias pinturas de dimensiones extraordinarias, además de las capillas barrocas, amén de la capilla principal o, por mejor decir, el altar mayor, que se conserva gótico, aunque las celebraciones eucarísticas cotidianas se realizan en la Capilla del Santísimo, de factura barroca -la que se ve actualmente-, con adoradores perpetuos del Santísimo Sacramento, los cuales pueden dejar por escrito algunos milagros que hayan recibido o que hayan sabido que otros han recibido, libro que, por cierto, he inaugurado yo con algunos de esos "hechos extraordinarios" leídos como sucedidos verídicamente a varios conversos del siglo XX, anónimos la mayor parte de ellos, pero dejados por escrito, para que no se pierda la noción de su existencia en la historia, especialmente, en la historia espiritual, o en la historia que Dios va haciendo en la historia de los hombres, de modo que ya no es sólo y exclusivamente "de los hombres" sino, más bien, "de Dios con los hombres" o "de Dios en los hombres" o, incluso, "de los hombres en Dios", viéndose éstos inundados, llenos, desbordados por la Gracia divina, que no tiene medida, como decía Santa Teresa de Jesús: "este Dios que tan sin tasa se nos da". Efectivamente. (Frase que, por cierto, repite bastante -para recalcarla y que no pase desapercibida- el conquense padre Maximiliano Herráiz, carmelita descalzo, tanto en sus escritos -Solo Dios basta, su tesis doctoral, con más de cinco ediciones desde 1981, en Editorial de Espiritualidad (EDE), Madrid- como en sus predicaciones, charlas, ejercicios espirituales y conferencias que versen sobre ello o en las que ello se pueda mencionar...)


Capilla del Santísimo Sacramento
(a mano izquierda, delante de la reja, está el libro sobre gracias especiales...) 


Un detalle curioso -aunque menor- es que, junto al altar mayor de la catedral, he visto un cuadro reciente sobre el Obispo Beato Juan de Palafox, beatificado en el Burgo de Osma ahora hace un año, y cuyo año siguiente se ha declarado "año jubilar", que ha acabado, precisamente, el 5 de junio de 2012, o sea, hace unos pocos días. El cuadro presenta al Obispo predicando, como era su oficio y su devoción; y así se le recuerda en la catedral de Tudela (pues Palafox nació en Fitero, dentro del término diocesano de Pamplona-Tudela) y así lo recuerdan los católicos devotos de Tudela.

Por último, de camino a Pamplona, hemos hecho parada y fonda en Olite, ciudad (o pueblo, vaya) del todo sorprendente, pues aquí se conmemora mucha historia del antiguo Reino de Navarra, y mucho de ello queda o ha quedado marcado en sus calles, en sus piedras y, sobre todo, en el conjunto monumental del Castillo de Olite, de la iglesia de Santa María, en el actual Parador Nacional, y en el resto del complejo de las murallas, los parques, las callejas, las puertas, las torres (sobre todo, la del Homenaje), etc. Vale la pena visitar Olite y dejarse perder por sus calles y no perder la oportunidad de visitar el dicho complejo: perderse por las escaleras y torreones del castillo, subidas y bajadas, balconadas, la famosa morera de la reina, las estancias reales, los fosos que se avistan de lo alto, las ventanas y las troneras, en fin, trasladarnos a la alta Edad Media, vivir y compartir la viva historia de Navarra y vibrar con ella, con los navarros, gente buena y acogedora, llena de vida, pletóricos en sus expresiones y cariñosos a la vez. O sea: recomendable.


Castillo de Olite (Navarra)